Despertares

Nunca amanece tan bien como contigo a mi lado. Enredados. Mi brazo deslizado bajo tu cuello, mientras con uno de tus suaves y delicados brazos me aprisionas por la espalda. Con una pierna me encadenas ambas. Tu cuerpo frente al mío. Estoy a tu merced. Tus ojos, todavía cerrados, me permiten observar a traición la serenidad con la que duermes, con la que sueñas. Pagaría con todas mis pertenencias, que no son muchas, al mercenario que consiguiera llevarme al umbral de tus sueños. Y cruzarlo contigo. Y mientras tanto te miro y me pregunto donde estarás.

Por fin aparece el brillo de tus ojos. Y me sonríes. Y te sonrío. Y me besas. Y te doy los buenos días. Y te callas. Y enloquezco. Y cierras tus ojos. Y te vuelves a abandonar al placentero mundo de los sueños. Y me abandonas de nuevo. Y me pregunto todavía donde estarás. La ironía nos rodea. Te tengo entre mis brazos y todavía me pregunto donde estarás. Y sé que esto puede acabar conmigo. Pero no me importa porque ahora estás aquí. No me importa porque puedo sentir tu aliento, tu pelo sobre mi cara, tu calor, tu serenidad endulzada con una pizca de felicidad.

Y vuelves a abrir los ojos. No me pienso andar con contemplaciones... Me miras a la vez que sonríes y consigo leer en tus ojos que quieres que el mundo se pare. Los dos lo deseamos. Me abrazas fuerte, y me hundes la cabeza contra la almohada mientras me besas como si intentaras sonsacarme algún tipo de información confidencial, cuando ya no hay nada más por descubrir. Y me vuelves a besar. Y vuelves a la carga. Me susurras al oído y me pides que no pare... y yo no quiero parar.

Pero el mundo tampoco para, y tú tienes que partir. Y me obligas a marchar sin mirar atrás. Y me pides que no recuerde nada de esto, obra maquiavélica convenientemente orquestada al detalle. Pero no puedo evitarlo y miro. Las lágrimas en tus ojos me muestran todo aquello que no te atreves a enseñarme y que guardas sólo para tus momentos a solas. Y pienso que tarde o temprano deberíamos dejar de amarnos así.