Me invade la sensación de tenerlo todo y no tener nada. De saber con certeza y navegar en un mar de ignorancia e incertidumbre. De recibir a espuertas y de expresiones de libro cerrado. Y a pesar de todo sigo en el tren. Un tren que sé donde quiero que me lleve pero no donde me llevará. Y afirmo esto con la misma certeza con la que puedo asegurar que estoy viviendo y atesorando lo que está pasando.
Disfruto de cada día como si fuera el primero. Y aprovecho cada segundo como si fuera el último. Y lo que venga, ya llegará. Y mientras tanto aquí estoy. Y de aquí no me muevo hasta obtener una respuesta firme, una sentencia, con la ilusión del niño que espera a la mañana de Navidad para abrir sus regalos.
...al filósofo Gomar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario