martes, 22 de marzo de 2011

Cavando abismos...

Estoy a la misma distancia del borde del precipicio que de la cima. Y no estoy escalando. Ojalá lo estuviera. Cuando escalo mi vida y todo lo que me suceda depende de mi mismo. Depende de haberme colocado bien el arnés, de haber hecho los nudos correctamente, de llevar un buen sistema de seguridad, de  asegurar todos y cada uno de los mosquetones que aguantarán mi peso, de apoyar el pie en sitio seguro... de que yo quiera velar por mi vida. Soy lo que mis actos hacen que sea. Yo tengo el control. O eso creo...

Me invade la sensación de tenerlo todo y no tener nada. De saber con certeza y navegar en un mar de ignorancia e incertidumbre. De recibir a espuertas y de expresiones de libro cerrado. Y a pesar de todo sigo en el tren. Un tren que sé donde quiero que me lleve pero no donde me llevará. Y afirmo esto con la misma certeza con la que puedo asegurar que estoy viviendo y atesorando lo que está pasando.

Disfruto de cada día como si fuera el primero. Y aprovecho cada segundo como si fuera el último. Y lo que venga, ya llegará. Y mientras tanto aquí estoy. Y de aquí no me muevo hasta obtener una respuesta firme, una sentencia, con la ilusión del niño que espera a la mañana de Navidad para abrir sus regalos.

...al filósofo Gomar.

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