lunes, 31 de enero de 2011

Una como tantas otras

Siempre me consideré un fanático incondicional de la soledad. A mi soltería, compañera de viaje. El atractivo físico nunca fue uno de mis fuertes. Tampoco era necesario. Con un poco de don de gentes, ganas de escuchar y muy buenos recursos (aprendidos años atrás de las proezas y chascos de una mente traviesa que flirteaba por diversión) era capaz de llegar hasta donde me propusiera, siempre... o casi siempre.

Suelo apostar sobre seguro y aun así me puedo equivocar. Tu no ibas a ser diferente a las demás. Tan inocente, tan ingenua... tan hermosa. Me encanta coquetear con mujeres como tú, tan encantadora, tan dulce... Aunque no tardé en darme cuenta de tu falta de experiencia y descubrí un pequeño resquicio por el que entrar en tu cabeza. Plantada la semilla en tu mente, sólo quedaba esperar a que germinara y acabaras llorando en mis brazos por una relación infructuosa y vacía, ofreciéndote yo la luna. La inercia del momento y tu creciente interés por mí harían el resto...

Pasábamos horas dibujando nuestras siluetas en el asiento trasero de mi coche, saboreando cada gramo de nuestros cuerpos, conversando en monosílabos... Me cambiaste los esquemas del teorema de Casanova. Conseguiste convencerme de que eras la única y siempre lo serías. Me hiciste pensar en el presente, sin olvidar el futuro... futuro en el que no te veía.

Y ahora estoy sufriendo y no lo entiendo... estuve a tan poco y de repente a tanto de ti... y en el medio un desierto...

Y desde entonces todo han sido recuerdos. Sueños. Te creía entre mis brazos, en mi boca, en mi cama... y de repente la luz de la mañana me recordaba lo lejos que estabas. El recuerdo de tu piel era una quimera hasta que te ofreciste de nuevo... Bueno, miento... ambos sabemos que fui yo el que te buscó. No estaba seguro de si lo quería... ahora... no era el momento... y aun así lo quería... pero no lo quería así... ¿o sí?

¿Cómo lo has conseguido? ¿Qué te ha cambiado? No creo en tu nueva personalidad. A decir verdad, creo que ni tú te crees a ti misma. Esa no eres tú, y lo sabes. Yo lo sé. Te conozco. Y mientras tanto yo sigo aquí, pensando tanto en ti y sin saber muy bien por qué... o ignorando el verdadero motivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario