domingo, 9 de enero de 2011

Silenciados eternamente.

Con mirada penetrante a ninguna parte, observaba los restos de lo que anteriormente fueron dos cubitos de hielo en un whisky on the rocks como si fuera poseedor de un poder sobrenatural para derretirlos con la mirada. Agitaba el vaso de la misma forma que sus pensamientos se tambaleaban en su cabeza. Tenía las puntas de los dedos congeladas, y aun así no podía soltar aquella copa ni dejar de mirarla. La realidad lo había sedado y no era capaz de articular palabra. Rodar colina abajo parecía la única solución. Un salto al vacío dolería más sin un paracaídas al que agarrarse...

La música era prácticamente inaudible en aquella cafetería. Los momentos en silencio se habían vuelto cada vez más comunes entre ellos. Casi de puntillas, levantaba la mirada para observarla. Sus dedos recorrían de arriba a abajo todos los bordes de la cucharita del café, pero su gesto era inmutable, firme. En parte él esperaba que la llama muerta de su relación se reavivara y la hiciera saltar de la silla a sus brazos, pero ese tren pasó hacía mucho tiempo ya y sólo les quedaba aguantar y soportar ese rostro torcido y desaliñado por las mañanas, el uno del otro, día tras día, hasta la llegada del sueño eterno.

Ambos se habían contagiado del tiempo mientras envejecían.

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