viernes, 7 de enero de 2011

Si la noche fuera más larga

¿Cuantas formas diferentes puede haber para romper el hielo y empezar una conversación?... Hasta la más tonta sirve. Como por ejemplo "¿De dónde sois vosotros?"

¿De qué sirve saber de donde es una persona si ahora mismo estás en la terraza de un pub tomando unas copas? ¿Para saber si tenéis algún conocido en común? ¿Para empezar una guerra entre poblaciones?... Cualquier excusa es buena para no empezar hablando del tiempo. El problema viene cuando no sabes por donde seguir...

Alguien me dijo una vez que el 90% de las conversaciones iban sobre el sexo... y esta no iba a ser menos.

Todavía me pregunto en qué mente retorcida cabe el agarrarle el miembro a tu novio mientras está meando para hacer dibujitos... "Si lo que quieres es joderlo, quítate la ropa y hazle todo lo que se te ocurra en la cama, pero no vayas a tocarle las pelotas mientras mea porque es un momento en el que se requiere cierta intimidad. ¿Me pregunto si a ti te gustaría que simplemente te observaran mientras haces tus necesidades?..."

Para cambiar de tema, también podríamos hablar de la nueva ley anti-tabaco, de los pueblos de la meseta Castellana, de las viejas aventuras con los compañeros de colegio, y hasta del tiempo. Conversaciones que no llegan a los 10 minutos de discusión entre todas... Pero entonces llega el tema de la edad... lo cual quiere decir que la conversación ha llegado a un punto en que alguno de los interlocutores muestran cierta curiosidad por conocer la edad de las personas a las que está contando experiencias, opiniones, e incluso desvelar algún secreto o necesidad...

Tan puñetero como siempre, contesto: "¿Tan importante es la edad?"... Silencio absoluto que duró 2 segundos, hasta que los ojos de mi interlocutora favorita se abalanzaron sobre mi con aires inquisidores... La conversación se puso tensa y se desvió a temas tan oscuros y tan prohibidos que duele incluso a la vista el leer las frases que pasan ahora mismo por mi cabeza... Ese ímpetu, esa mirada, esas ganas de conocer... no necesité nada más para saber que ella sólo pensaba en arrancarme la ropa con los dientes y saciar esa sed que el alcohol no calmaba...

Nunca pensé que conocer la procedencia de alguien podría llevar a todo esto.

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