domingo, 24 de abril de 2011

Carta abierta a la musA

Sigo contando cómo van cayendo los días a tu lado, pero no sé hacia donde... Puede que a algún lugar lejos de aquí. O puede que de vuelta a mí. Uno a uno, lentamente, al ritmo del goteo de un grifo mal cerrado. Goteo incesante de momentos ya pasados, recuerdos ahora. Carrusel de sensaciones.

La confusión siempre ha sido la pareja perfecta de los malentendidos. Siempre con verdades a medias. Siempre con mentiras piadosas. Nunca te dije lo que pensaba de ti, a pesar de llevarlo escrito en la cara. Nunca me dijiste que leías mis gestos, a pesar de analizar todos mis movimientos, mis muecas y mis tics. Te pensaba cínica, pero no creía a mis pensamientos. En realidad te creía hipócrita, pero no pensaba que lo fueras. Nunca te descubriste tal y como eres... o soy yo el ciego. Nunca llegue a adentrarme en el rincón oscuro de tu mente. Tampoco lo necesité.

Pensabas que me andaría con tapujos y lo cierto es que nunca tuve pelos en la lengua para decir cualquier animalada que me pasara por la cabeza. Aunque siempre acababa disculpándome, con cierta retórica y con poco acierto, comparando al hombre con el chimpancé. Pero no te importaba. Me creías gracioso. Te creía ignorante. Me veía desconcertado y nunca supe si esas carcajadas eran reales o fingidas. Nunca supe medir la longitud de tu sonrisa en un número determinado de dientes. Aunque no paso un segundo sin dibujar esa preciosa sonrisa en mi mente, sin analizar todas esas miradas con dedicatoria, sin repasar todas y cada una de las caricias que me ofrecías a cambio de nada... Sin recordar los infinitos besos que desinteresadamente donas a la caridad que repobla mis adentros con sentimientos desconocidos y difíciles de explicar. Nunca entendí bien que era eso de las mariposas en el estómago.

A veces estamos tan absortos en nosotros mismos, que sin darnos cuenta nos abstraemos del mundo que nos rodea y nos obsesionamos con la absurda idea de vivir o aprovechar el momento. Nunca nos planteamos cuestiones. Lo cual no significa que no las tengamos... Pero la falta de valor, un bien escaso en estos días, me aflige y me impide hablarte a espuertas y hace que me ande con chiquitas, con juegos tontos para no decir lo que de verdad quiero decir, y camuflarlo así en números sin sentido: 7 es el número del viernes, 3 el del sábado... números que esconden las veces que me he callado.

Sólo en la oscuridad de tu habitación, con la única iluminación de una lámpara de lava defectuosa, soy capaz de hablarte. Espero a que abandones tu cuerpo en mis brazos, a que me cedas la calidez de tus abrazos y a que los fríos pensamientos vuelen lejos, al reino de tus sueños, donde nadie ha sido capaz de entrar nunca, donde no he sido capaz de alcanzarte... donde nunca he podido seguirte... y es entonces cuando te hablo, cuando me armo de valor cobarde, cuando acaricio tus oídos con la voz más dulce que sé poner, cuando te susurro un "no quiero que te vayas... nunca... pero si lo haces, da por hecho que te voy a echar de menos... siempre".

Y mientras tanto muero por dentro y seco mis lágrimas con tu inconsciencia para volver al mundo en el que no faltan tus sonrisas, y en el que si faltasen, yo haría que volvieran. Porque dicen que hay miradas que matan, pero también hay sonrisas que reviven. Y la tuya es parte esencial de mi vida.

...a la musa.

3 comentarios:

  1. En cierto modo... confío ciegamente en que todo lo escrito es sincero, por lo que me quito el sombrero ante tí... ha sido complicado... pero una vez más... lo has conseguido....

    ResponderEliminar
  2. Me quito el sombrero monsieur Céline.

    ResponderEliminar
  3. Es hermoso, lleno de sentimiento, y triste a la vez. Que nunca te falte, nos quedaríamos un poquito huérfanos.

    ResponderEliminar