miércoles, 22 de diciembre de 2010

Distancias


Nada más llegar, la tensión era evidente. Su lenguaje corporal hablaba con claridad y me pedía a gritos que no diera un paso más hacia ella. Hice caso omiso y en un intento de confirmar su rechazo hacia mi persona, supliqué por dos besos de cortesía en la mejilla... El gesto... el desaire... y sobre todo su rostro me hicieron ver que la velada podría acabar en una carnicería de sentimientos. La frontera ya estaba trazada...

Antes de darme cuenta, ella ya había diseñado su particular escudo, intuyo que bien aconsejada por sus amistades más cercanas. Aun así, su silencio me confundía. Ni la música, ni mi verborrea, ni mi silencio consiguieron sacarla de ese estado vegetativo en el que se refugió durante los primeros minutos... Y cuando menos lo esperaba, una gracia (tonta) mostró un destello de sonrisa que acogí como el que espera durante toda la noche para ver una estrella fugaz. ¿Habría encontrado la puerta de entrada?...

Tomamos asiento en nuestro destino. Preciosa morada perdida en medio del monte. Tan bella como siempre... ambas. Ya desde el principio no quiso apenas rozar mi espacio vital, y puesto que yo me había propuesto no invadir el suyo, establecimos la distancia de seguridad en un asiento libre. Después de mucha batalla, de una hora de disparos de fogueo y de haber utilizado prácticamente todos los medios posibles, conseguí que acercáramos posturas... o eso creí yo. No recuerdo como lo hice dado que el cansancio hacía mella en mí, pero conseguí que me confiara un secreto... ¿A quién? ¿A mí? Frena, frena!!! A ver, JC, piensa... ¿En realidad es eso un secreto? Algo que no puedo contar a los implicados porque no los conozco en persona, o que a pesar de conocerlos, no tendría la suficiente confianza para hacerlo, ¿es de verdad un secreto?... Fuera lo que fuera, no me importaba. Ella había confiado en mi. Y aunque no consiga nada más de ella hoy, aquí y ahora, eso ya es más que suficiente.

En un último arrebato, le propuse acortar el espacio que nos separaba. Cedió. Pero fue ella la que se acercó. Hacía muchísimo que no tenía la sensación de salto al vacío sin paracaídas... ¿Cómo puede un corazón acelerarse con tan poco?... Pero mi calvario no terminó con ese último acercamiento... En toda la tarde no la había sentido tan cerca de mi... Ese olor... ¿A qué me suena?... Es dulce... Es su perfume... el mismo que hace cuatro años me volvió loco por primera vez.

No obtuve su perdón. No lo necesitaba... en principio. Pero, ¿por qué siento que lo necesito?...

No hay comentarios:

Publicar un comentario